Delgada, esbelta, sonriente, bien arreglada, con manos hábiles y diligentes para las manualidades, siempre atenta a cualquier otro hermano con su condición a quien pudiera referirnos para su orientación; así la recordaré. Ella era una guerrera que ya conocía las lides con las que nos enfrenta el Síndrome de Marfan; hace años se había operado con éxito en el Hospital Clínico Universitario de Caracas de una aneurisma de aorta ascendente, ahora enfrentaba un nuevo reto por una aneurisma de su aorta descendente.
Deja a su hijo, a su esposo y al resto de quienes la estimaban, no por el Marfan, sino por la ineficacia, ineficiencia y falta de humanidad de un gobierno que a pesar de haber manejado la mayor cantidad de dinero que en cualquier otro período de la historia de Venezuela, tiene a sus hospitales públicos en tal estado de abandono que cirugías como las de corazón abierto o aneurismas de aorta no pueden hacerse porque no hay insumos ni equipos. La situación no es nueva, ya en 2015 se hizo del conocimiento público por un reportaje del Wall Street Journal que fue reseñado ampliamente en Venezuela en artículos como “Aquí se viene a morir” y “La salud en Venezuela en estado terminal”.
Ella, como hace algunos meses lo hiciera el tío de Gaby Mogollón, compró sus prótesis y otros insumos necesarios para que pudieran operarla, pero no pudo tocar la conciencia de los funcionarios a quienes correspondía asignar los recursos para que los hospitales funcionen, en lugar de robárselos. Ambos fallecieron en espera de una fecha de cirugía que nunca llegó; ni siquiera les dieron la oportunidad de buscar en otro lado, los mantuvieron con la esperanza de que pronto les operarían, y así fallecieron.
Desde este espacio vayan nuestra condolencia y solidaridad con su hijo y su esposo, y también nuestro apoyo para que el chico, quien requiere de cirugías para extracción de cristalinos y reemplazo de un tramo de su aorta, pueda escribir una historia distinta.
No perdemos la esperanza de que en un futuro cercano nuestros hermanos Marfan en Venezuela sólo tengan que ocuparse de su condición y no morir en las peores circunstancias.
Nota: Los nombres fueron omitidos para prevenir dificultades en la obtención de ayudas gubernamentales para las cirugías del chico.
Delgada, esbelta, sonriente, bien arreglada, con manos hábiles y diligentes para las manualidades, siempre atenta a cualquier otro hermano con su condición a quien pudiera referirnos para su orientación; así la recordaré. Ella era una guerrera que ya conocía las lides con las que nos enfrenta el Síndrome de Marfan; hace años se había operado con éxito en el Hospital Clínico Universitario de Caracas de una aneurisma de aorta ascendente, ahora enfrentaba un nuevo reto por una aneurisma de su aorta descendente.
Deja a su hijo, a su esposo y al resto de quienes la estimaban, no por el Marfan, sino por la ineficacia, ineficiencia y falta de humanidad de un gobierno que a pesar de haber manejado la mayor cantidad de dinero que en cualquier otro período de la historia de Venezuela, tiene a sus hospitales públicos en tal estado de abandono que cirugías como las de corazón abierto o aneurismas de aorta no pueden hacerse porque no hay insumos ni equipos. La situación no es nueva, ya en 2015 se hizo del conocimiento público por un reportaje del Wall Street Journal que fue reseñado ampliamente en Venezuela en artículos como “Aquí se viene a morir” y “La salud en Venezuela en estado terminal”.
Ella, como hace algunos meses lo hiciera el tío de Gaby Mogollón, compró sus prótesis y otros insumos necesarios para que pudieran operarla, pero no pudo tocar la conciencia de los funcionarios a quienes correspondía asignar los recursos para que los hospitales funcionen, en lugar de robárselos. Ambos fallecieron en espera de una fecha de cirugía que nunca llegó; ni siquiera les dieron la oportunidad de buscar en otro lado, los mantuvieron con la esperanza de que pronto les operarían, y así fallecieron.
Desde este espacio vayan nuestra condolencia y solidaridad con su hijo y su esposo, y también nuestro apoyo para que el chico, quien requiere de cirugías para extracción de cristalinos y reemplazo de un tramo de su aorta, pueda escribir una historia distinta.
No perdemos la esperanza de que en un futuro cercano nuestros hermanos Marfan en Venezuela sólo tengan que ocuparse de su condición y no morir en las peores circunstancias.
Nota: Los nombres fueron omitidos para prevenir dificultades en la obtención de ayudas gubernamentales para las cirugías del chico.
Delgada, esbelta, sonriente, bien arreglada, con manos hábiles y diligentes para las manualidades, siempre atenta a cualquier otro hermano con su condición a quien pudiera referirnos para su orientación; así la recordaré. Ella era una guerrera que ya conocía las lides con las que nos enfrenta el Síndrome de Marfan; hace años se había operado con éxito en el Hospital Clínico Universitario de Caracas de una aneurisma de aorta ascendente, ahora enfrentaba un nuevo reto por una aneurisma de su aorta descendente.
Deja a su hijo, a su esposo y al resto de quienes la estimaban, no por el Marfan, sino por la ineficacia, ineficiencia y falta de humanidad de un gobierno que a pesar de haber manejado la mayor cantidad de dinero que en cualquier otro período de la historia de Venezuela, tiene a sus hospitales públicos en tal estado de abandono que cirugías como las de corazón abierto o aneurismas de aorta no pueden hacerse porque no hay insumos ni equipos. La situación no es nueva, ya en 2015 se hizo del conocimiento público por un reportaje del Wall Street Journal que fue reseñado ampliamente en Venezuela en artículos como “Aquí se viene a morir” y “La salud en Venezuela en estado terminal”.
Ella, como hace algunos meses lo hiciera el tío de Gaby Mogollón, compró sus prótesis y otros insumos necesarios para que pudieran operarla, pero no pudo tocar la conciencia de los funcionarios a quienes correspondía asignar los recursos para que los hospitales funcionen, en lugar de robárselos. Ambos fallecieron en espera de una fecha de cirugía que nunca llegó; ni siquiera les dieron la oportunidad de buscar en otro lado, los mantuvieron con la esperanza de que pronto les operarían, y así fallecieron.
Desde este espacio vayan nuestra condolencia y solidaridad con su hijo y su esposo, y también nuestro apoyo para que el chico, quien requiere de cirugías para extracción de cristalinos y reemplazo de un tramo de su aorta, pueda escribir una historia distinta.
No perdemos la esperanza de que en un futuro cercano nuestros hermanos Marfan en Venezuela sólo tengan que ocuparse de su condición y no morir en las peores circunstancias.
Nota: Los nombres fueron omitidos para prevenir dificultades en la obtención de ayudas gubernamentales para las cirugías del chico.